jueves, 29 de marzo de 2007

El día que llegó la censura

Dedicarse a mantener en la web un espacio como éste bien podría equivaler a un ejercicio de "onanismo" (ya que Onán está de moda en los últimos días); sin embargo se ha podido ver, a escasos cuatro meses de haber sido fundado este blog, que no está demás seguir haciéndolo.
He terminado comparando la función de mimalapalabra con la tarea de cualquiera que se dedica a escribir en países como el nuestro, pues -y esto es algo que deberíamos tener bien claro los que nos dedicamos a escribir- a nada puede aspirar un escritor en Honduras, sino únicamente a la alegría individual, íntima, que representan esas dos actividades solitarias: leer y escribir.
No es este escrito una de esas típicas quejas nasrallianas en las que se justifica la mediocridad promedio del hondureño con argumentos descabellados como la tragedia que representa no tener pasaporte brasileño o italiano o español, o la maldita lluvia que cae en el momento menos oportuno; es éste más bien un comentario a través del cual quiero dejar constancia de que aún sabiendo lo inútil que resulta dedicarse a la literatura en Honduras, voy a seguir dándole cuerda a este blog (y a mí mismo), únicamente porque me permite reír y me permite combatir, ya sea solo o con la compañía de unos pocos (ustedes), el tedio de los días.
Pero también -aunque lo que viene no tenga nada que ver con lo anterior- es éste un comentario motivado por otro comentario, uno que me llegó ayer por la mañana al correo electrónico con el objeto de que apareciera publicado en el blog, un comentario en el que su anónimo autor me defiende de la hermosa chica (lo digo porque la conozco) que se enojó conmigo por un poema que le dediqué hace muchos días en este mismo espacio. El asunto es que desde hace algunas semanas decidí que este tipo de comentarios no volvería a aparecer en el blog por la simple razón de que no están relacionados con ninguno de los textos que aquí se han publicado o porque en ellos se alude a personas (lo cual resulta intrascendente) y en nada benefician al concepto original por el cual nació el blog mimalapalabra, que es el de ofrecer un espacio para el intercambio de ideas que tengan que ver con la literatura y el arte en general.
Agradezco de todas maneras a quienes dejan sus comentarios -buenos o malos, amistosos o burlones, pesados o ligeros, serios o chabacanes- y les garantizo que al menos en mi cuenta de correo serán leídos, y si yo, el supremo de este blog, estoy de ánimo, también les serán publicados.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Un ejercicio muy sano por parte del editor, la no publicación de algunos comentarios entre ellos el mió, el cual iba dirigido a la aireada dama, pero entiendo perfectamente la postura del editor, aunque el titulo parece sacado de la jerga dictatorial.

Después de esto solo puede pensar, única y exclusivamente motivado por el texto, que él editor ha subido un peldaño más y ha evolucionado para bien, te admiro, aunque como dije antes no eres santo de mi devoción, pero se reconocer cuando alguien es bueno en su oficio.